Un ataque con martillo, un tipo de violencia física extrema que usa un objeto cotidiano como arma. También conocido como agresión con herramienta, este tipo de incidente no es un acto random: suele estar ligado a tensiones domésticas, descontrol emocional o historias de abuso que pasaron desapercibidas hasta que fue demasiado tarde. No es un fenómeno nuevo, pero sí uno que la prensa rara vez explica hasta el final. Un martillo no es solo un instrumento de construcción. En manos de alguien en crisis, se convierte en un símbolo de poder, de venganza, de desesperación.
En Chile, los casos de violencia doméstica, agresiones físicas o psicológicas dentro del hogar, frecuentemente contra mujeres y niños han aumentado en visibilidad, pero no en respuesta. Muchos ataques con martillo —como el de Coyhaique que terminó con libertad condicional para Mauricio Ortega— no se ven como lo que son: el punto final de una escalada de abusos que nadie quiso ver. La justicia a veces se mueve lento, y la sociedad a veces prefiere no mirar. Pero cuando un martillo golpea, no hay vuelta atrás. Las víctimas no solo sufren lesiones físicas: pierden su seguridad, su confianza, su vida tal como la conocían.
Lo que no te cuentan es que muchos de estos ataques ocurren en entornos donde ya había denuncias previas. Donde la policía pasó, los vecinos callaron, y la familia dijo "es un problema privado". Pero no lo es. Un crimen en Chile, un acto violento que rompe la ley y afecta a la comunidad con un martillo no es un accidente. Es el resultado de un sistema que falló antes de que el golpe se diera. Y cuando la prensa lo cubre, a menudo se enfoca en el detalle gráfico, no en las causas. ¿Por qué no se actuó antes? ¿Por qué no se protegió a la víctima? Esas son las preguntas que realmente importan.
Lo que encontrarás aquí no son titulares sensacionalistas. Son historias reales, con nombres, fechas y consecuencias. Casos donde la justicia tomó decisiones polémicas. Donde la sociedad reaccionó con indignación, pero también con indiferencia. Donde un simple martillo se convirtió en el símbolo de algo mucho más grande: la falta de protección, la normalización de la violencia, y el silencio que la alimenta. Si quieres entender por qué esto sigue pasando, no basta con ver el video. Hay que mirar atrás. Y aquí está todo lo que necesitas saber para hacerlo.
Un hombre de 31 años atacó a su expareja con un martillo en Garín en un intento de femicidio. Posteriormente intentó suicidarse lanzándose frente a un camión en la autopista Panamericana. La víctima, quien tenía una orden de restricción, se encuentra en estado crítico. Este incidente subraya el incremento de la violencia doméstica, incluso con medidas de protección previas.
